miércoles, 6 de julio de 2022

Isabelita 12 de marzo de 1994 - 17 de marzo de 1994

Cuando todavía estabas en la barriga de tu mamá, imaginaba que tenía el privilegio de cargarte. Recuerdo que junto a Sofi y a Angélica peleábamos por quién llevaría tu coche de bebé, pero la vida no nos dio el chance de intentarlo, de turnarnos para cuidarte.

No pudimos conocerte, porque la vida solo nos permitió tenerte un ratico y alejada de quienes queríamos llenarte de amor. Como apenas era una niña, no pude entrar a la sala llena de aparatos en la que estabas. Los médicos decían que si sobrevivías, sería una vida muy dura para ti y para tus padres, eso nos ayudó quizá a la resignación.

Recuerdo que salimos tus hermanos, lolo, mi mamá y yo a la parroquia a buscar un padre que pudiera bautizarte, porque según los médicos, no se podía hacer nada más.

Recuerdo también el taxi en el que regresamos a la clínica, era un Malibú blanco y el taxista era un señor ya mayor. Llegamos a la clínica, el padre hizo lo respectivo y te fuiste... Con el tiempo encontramos una forma para que doliera menos y sentir algo de tranquilidad, con tu partida. A nosotros, los niños, nos dijeron que Dios necesitaba angelitos junto a él y tú serías uno de ellos. También recuerdo que cada año e incluso hoy 12 de marzo mi mamá te ha cantado, "Las mañanitas" y aunque no has estado en cuerpo, sabemos que sí en alma y siempre serás nuestro angelito.
Siempre te amaremos y nos habría encantado celebrarte tus dulces 16

De todo un poco

Por qué no escribir sobre Caracas. De las entradas del Ávila (Sabas Nieves o La Julia). De Altamira y su Plaza Francia con protesta y fin de año. O del bulevar y su Gran Café. De las tascas de La Candelaria y su plaza (que realmente son dos). Del metrobús que me lleva a casa de Pancho, de su casa y hasta de él mismo. De sus pinturas, sus cuentos, los vinos y cigarros. O del pasillo de Letras, su gente, tierra de nadie, en fin de su Ciudad Universitaria...

Nos quejamos del caos de la ciudad, pero sin este desastre no podría llamarse así, para ello existen los campos. Sí, hay que hacerle unos cariñitos. ponerla bonita para sus pretendientes, pero al final es Caracas.

A veces, estamos tan acostumbrados a su ruido que cuando llegamos a un sitio de paz, el silencio puede ser más molesto, tanto que queremos regresar.

Obvio para otros no es así, están tan cansados de la rutina que salirse un poquito de ella, no viene nada mal.